lunes, 31 de octubre de 2011

Sam Taylor Wood.



Hoy me han puesto en contacto con la obra de esta artista inglesa, Sam Taylor Wood.
Aunque cabe decir que no sólo trabaja en el campo del vídeo que a continuación os mostraré, sino también en proyectos cinematográficos y de fotografía. Ha realizado series tan conocidas como las de suspensiones o una película sobre la vida de Jhon Lennon. Y aunque en estas últimas horas he procurado observar un poco de cada uno de estos aspectos, me quedo con las piezas de vídeo que os muestro aqui:

AVISO! Este contenido puede herir "la sensibilidad" (siempre me ha hecho especial gracia esta sentencia)

http://www.youtube.com/watch?v=SIl9rO9sURE


http://www.youtube.com/watch?v=21rNYKQg6v8

Creo que entre estas dos piezas, existe mucho paralelismo. Aunque a primera vista, pueda parecer todo lo contrario, ambas establecen una relación estrecha. Mientras que la primera nos lleva al campo de la muerte, la primera nos traslada a la vida, ambas obras tratan sobre la vitalidad, una sobre su fin, otra sobre su desarrollo. Puede que algunos lo contemplen precisamente a causa de este punto, dos opuestos. Sin embargo, todos sabemos que vida y muerte son dos contarios que necesitan el uno del otro.

Encuentro especialmente interesante el tratamiento que podemos darle a este aspecto, es decir, ¿podemos realmente expresar con una creación la unificación de la vida y la muerte? o por el contrario ¿podemos distanciarlas aún más? Creo más bien que se trata de contrastar, por parte del artista, no me atrevo a afirmarlo, pero yo, desde mi condición de público, sí. Hemos, asi mismo, de tener en cuenta que estas dos piezas no pertenecen a la misma serie, sino que son independientes. Lo que nos lleva a otro punto ¿son independientes la vida y la muerte o las contemplamos como dos planos unidos?

Como venía diciendo al principio, puede darse la opción de que ambas sean contrarios, en el que la vida no es nada sin la muerte, o no. Sea cual sea el punto de vista, es importante resaltar desde nuestra concepción, si atendemos a estos dos conceptos como uno sólo o dos desligados.
Desde mi punto de vista, las obras que aqui se nos presentan son más interesantes de lo que a primera vista nos pueden suscitar, y permiten una doble lectura: una sensorial y otra trascendental. Nos llevan primero a una reacción y luego a un debate interior.

Por un lado, con la primera muestra, nos abre la ventana a la descomposición, a la putrefacción, a la facilidad que tenemos, nosotras personas, y animales, para desaparecer de la faz de la tierra. Todo es un ciclo, y nada se detiene. Sin embargo, y si observamos la izquierda de la imagen vemos como las consecuencias no atañen para nada al melocotón. Podríamos identificar esto como una diferencia entre la naturaleza y la carne. O para ponerlo más claro, la permanencia de la naturaleza: la madre Tierra, lo que surge propiamente del suelo, de la tierra pura; y lo carnal: los animales y los hombres, que (como diría Aristóteles) no dejan de ser un animal social y político. Podemos interpretar lo que nos de la gana, en verdad. Una vez un artista expone su obra al público, deja también cancha libre para que éste especule y critique su contenido en cualquier aspecto. Exposición, expuesto a crítica, destrucción y reconstrucción.

Y esto mismo, podemos trasladarlo a la obra de Wood, primero exponiendo su obra consigue un juicio inmediato, la imagen directa y dura de la descomposición de la carne; seguidamente, la destrucción, a la vez que la imagen desaparece pudriendose, el espectador también, destruye cualquier tipo de presuposición hacia ella, la violencia expuesta no permite casi reaccionar; y último, reconstruye toda la secuencia para poder volver a elaborar una crítica sobre lo experimentado.

Con el segundo vídeo, la artista nos lleva a observar el comportamiento humano en estado puro. La cámara graba las emociones de una mujer que parece estar sola ante todo, ante cualquiera, y sin embargo, establece a su alrededor una especie de burbuja que la aisla de cualquier tipo de estímulo exterior que pueda sacarla del sentimiento que en esos momentos procesa.

Aqui tenemos pues, la vida, las desgracias, lo desagradable... La consecuencia, el sufrimiento, el desamparo y el aislamiento. No hay ningún tipo de filtro, no hay nadie a su lado para darle una palmadita en la espalda u ofrecerle un pañuelo, no hay nada, sólo ella y la cámara, que fría registra sus movimientos. En el fondo la mujer y la cámara son iguales, son impasibles, y por mucho que en ciertos momentos, podamos creer que la fémina está llena de sentimiento en realidad no siente nada, está derruida por dentro. La primera impresión nos aleja de otra lectura, esta. La lectura de que en realidad en su interior no queda nada, y es tan autómata como la propia cámara que la graba. Llora y gesticula de ese modo porque está establecido, porque sabe que en sus circunstancias, (sólo sabemos que son unas circunstancias tristes y disgustantes por lo que podemos deducir), sólo cabe comportarse de ese modo, porque la sociedad lo ha establecido así. Del mismo modo que nosotros deducimos la causa de ese comportamiento.

Por tanto, ¿qué diferencia hay entre el conejo y la chica? ¿Muchas? ¿Ninguna? Yo creo que son todo paralelismos, al final del todo la carne perece, sucumbe, acabamos por ser lo que otros quieren y la tierra nos permite, para finalizar ambos en el mismo lugar, y del mismo modo, en polvo. Es entonces cuando asaltan cuestiones como si en verdad existe razón para creer en una fuerza superior o si merece la pena ajustarnos a unos modelos sociales o a unas pautas artísticas o políticas. ¿Quién delimita nuestra interpretación?

Lara Von Achterdeck.

lunes, 24 de octubre de 2011

Ofelia sale a flote.



Con mi visita al museo del Romanticismo de Madrid, con motivo de la exposición “El romanticismo ruso en época de Pushkin”, quedé gratamente impresionado. Sin embargo, la exposición, aunque con una potente carga estética, dejaba poco a la reflexión. Tras quedar bien empapado del siglo XIX a través de las veintiséis salas del museo, me dispuse a pasar un rato de beocismo en la famosa tienda del museo.  Con un libro en una mano, y un par de regalos en la otra, mi acompañante me llamó la atención sobre una pequeña exposición en el Café del museo. La cercanía a la hora del cierre, se resolvió en un visita rápida, que a pesar de todo, me despertó un gran interés.

La semana gótica de Madrid es un evento de carácter internacional que se lleva celebrando desde hace tres años en la capital española. Este año, en su tercera edición, las jornadas trabajan mano a mano con el museo del Romanticismo con diferentes actividades de gran interés que intentan buscar las conexiones entre el movimiento urbano gótico, el arte, la música y la literatura. ¿Quiénes sino los góticos conforman la tribu urbana más anclada en el pasado? Aunque existen tribus urbanas como las “Lolitas” –que su nombre no os confunda- con un gran sentido de la estética decimonónica, son los góticos los que siempre se han interesado por la literatura romántica y en cierta medida por el arte.

Pedro Ortega, comisario de la exposición, nos ofrece la oportunidad de leer unos interesantes textos que ahondan en las raíces del movimiento gótico y en su profunda relación con el arte, en concreto con el Prerrafaelismo. Y es que la exposición, titulada “Ensueño Prerrafaelita: una mirada gótica a la belleza decimonónica”, nos presenta justo lo que promete. Una colección de imágenes de diferentes autores y múltiples técnicas –pintura, grabado, fotografía…- con un nexo en común, la reinterpretación actual al estilo artístico británico. Haciendo especial mención a la mujer –todas las obras tienen como objeto la figura femenina- se nos retrata con los ojos de la modernidad, una cultura estética propia del pasado. Según Pedro Ortega, pocas han sido las ocasiones de exhibición de obras de artistas “góticos”, ya que el arte relacionado con el movimiento urbano, se limitaba en sus inicios al diseño gráfico de las portadas musicales o carteles de conciertos.

Sin embargo, con el auge de la estética prerrafaelita en bandas musicales como “This Mortal Coil”, “Ordo Equitum Solis”, y más concretamente el estilo Heavenly Voices, el arte ha invadido la tribu urbana, pasando del ámbito musical al exento e individual propio del arte. A pesar de todo, no solo lo gótico se interesa por la Ofelia de Millais. La cantante británica Florence Welch, vocalista de Florence and the Machine, revive en la estética de la banda –portadas, escenografías, videoclips y vestuario – un fuerte carácter prerrafaelita. Incluso su voz y letras nos evocan al canto de las ninfas en un río –En el tema “What the water gave me” que recibe su nombre de un cuadro de Frida Kahlo, hace referencia al suicidio de Virginia Wolff , que de forma evidente nos recuerda a la ya mencionada Ofelia de Millais- ¿Acaso arte y moda se fusionan en el mismo bucle estético?



Aunque de forma caótica, desafortunada y poco estudiada en su composición –Sin duda alguna un mal diseño, planteamiento y trabajo del Comisario-, la exposición, con guiños a la mitología Griega, al vampirismo y a la figura de la Femme Fatale, juega con una muy interesante relación entre pasado y presente. ¿Qué mejor que el Museo del Romanticismo para albergar dicha exposición?

La exposición del museo con motivo de la Tercera Semana Gótica de Madrid se complementa con una conferencia y un concierto a piano y chelo de Aura Noctis. Unas actividades de gran interés que tuvieron lugar el día veintiuno del presente mes. Un evento que invita a la reflexión y a una vista al modelo estético del pasado. Fotógrafos como Eugenio Recuenco ya han mirado hacia el prerrafaelismo para la creación contemporánea, y campañas publicitarias de casas de moda ya han reflejado la estética – incluso Karl Lagerfeld invitó a la ya mencionada Florence Welch a cantar en uno de sus desfiles-.Bienvenidos al bucle del arte. Sacad a Millais, Waterhouse y Rosetti del armario. El prerrafaelismo vuelve esta temporada.


David Von Kirchen

lunes, 3 de octubre de 2011

Superar el miedo.



David Von Kirchen

Am(putaciones) al Arte.

Sobre todo este tema de discusiones y aberraciones posibles hacia el campo artístico, he de decir, y al mismo tiempo pronunciarme, que no todo el mundo comprende o sabe ante lo que está.
No es nada extraño oir por parte de cualquier extraño o conocido eso de “Eso lo puedo hacer yo” combinado con el más que célebre “Eso lo hace mi hijo pequeño con los ojos cerrados”. Bien, normalmente, seguido a toda esta declaración de intenciones, viene una mirada de indiferencia hacia la obra en cuestión… Y aunque en ciertas ocasiones la pieza ante la que podamos estar resulte tremendamente absurda, carente de significado o pobre en cuanto a cualquier tipo de noción técnica básica, reconozcamos que la mayoría de los espectadores que realizan estos “juicios” (si es que así se les puede llamar porque normalmente un juicio necesita de argumentos racionales y veraces) ignoran el concepto desde el que se trabaja o simplemente no entienden lo que ven.
Puede que lo primero sea notablemente más díficil de deducir, incluso para alguien que esté acostumbrado a pasear sus ojos por innumerables obras día tras día, sin embargo, el segundo punto termina por resultar el caso más común. Si bien no todo el mundo puede apreciar la sutilidad y la gran teoría científica del color que emanan las obras de Malevich con sus “Negro sobre negro” o su “Blanco sobre blanco”, tampoco se quedan cortos a la hora de amputar por las buenas unas cuantas ideas estéticas del cubismo. No hablamos ya del archiconocido “Guernica” de Pablo Picasso, sino de otros probablemente menos mediatizados como las obras de Juan Gris, que nos prestan mesas para tomar café o botellas de las que sacar alguna que otra gota para rellenar una copa. Tampoco es aqui donde oímos un “Qué capacidad para representar el espacio de una manera completamente distinta a la clásica “(ya no pido una crítica estética al estilo Viollet Le Duc, ni mucho menos, pero sí, apreciar, o al menos intentar apreciar el trabajo del artista y su concepción estética) sino un “qué mal dibuja este hombre! menuda chapuza… no me gusta!”.
Son por tanto estos “no me gusta”, en la mayoría de los casos, un “no lo entiendo”. De todos modos, este fenómeno de “disgusto” podríamos atribuirlo a muchísimas cuestiones. Por un lado, la tremenda jerarquización que se establece en cuanto a los estilos artísticos, por otro la poca difusión que existe sobre este aspecto de la cultura en particular y de ella en su totalidad, y por otro (por no dejar cojo una tercera posible razón) el elitismo que experimenta el Arte hoy por hoy, que parece predicar con un tremendo cartel luminoso: “No puedes ser artista si no tienes dinero”.
Sin embargo tampoco está bien atribuir sólo culpas al exterior, sino que en el peor de los casos, somos nosotros mismos los que nos imponemos un patrón a la hora de establecer juicios estéticos o de valor en el Arte. A menudo motivado, como decíamos antes, por la no comprensión de los conceptos o la teoría de la artisticidad que maneje cada creador o corriente. Dejando para nuestros salones unas magníficas copias de Sorollas luminosos, y para nuestras estanterías (si es que se tienen… y no están vacías y sólo para adornar) algún libro sobre Rosseetti o Morris, o quizá de Goya (con un poco de suerte). Dando un gran abrazo a lo figurativo y una patada a lo abstracto. ¿Por qué? Bueno, ese es un tema sobre el que procuraré dar mi punto de vista en cualquier otro momento. De momento sólo diré que ARCO ha hecho y sigue haciendo mucho daño, pero que también las revistas de Casa y Jardín han comido las cabezas de toda una generación de madres y padres clasicistas, asi como perlas de la televisión como Sisi o por qué no, cualquier pieza del cine clásico. Sin olvidar, todo el clima derechista que ha primado en nuestro país durante demasiado tiempo (y que hoy sigue estando presente).
Sí que reconozco no obstante lo díficil que resulta hoy en día comprender el arte contemporáneo sin tener a mano el tríptico del museo o sala de exposiciones donde esté expuesta la obra, ese auxiliador pedazo de papel que nos da el suficiente poder para acercarnos a lo que dicen o quizá digan esas tres rayas de color azul sobre un fondo negro que parece no entender ni la tía del pintor… Sin embargo ahí reside una de las partes más interesantes de la contemporaneidad (cuando ésta no es pseudo arte, o una basura disfrazada de obra antisistema), en el acercamiento que el espectador debe realizar al artista para llegar a integrarse en su obra y llegar a compartir por unos instantes su punto de vista.
Yo, acólita convencida del dadá, estoy acostumbrada a oir las “pestes” emanar de numerosas gentes al contemplar obras de Duchamp o Hanna Höch, les digo… En realidad no digo nada, que les den.(REVISIONISTAS! *risas*)




Lara Von Achterdeck

Sommer.
















David Von Kirchen
 abriendo el baúl de los recuerdos fotográficos.

domingo, 2 de octubre de 2011

De fábrica solo tenía el nombre.


Comentario sobre “Silos en flor”. Revista NEO2, mes de Octubre de 2011. Por: Tachy Mora.

Que sorpresa la mía al encontrarme la fotografía de un silo en la revista que compro habitualmente. Siempre me he sentido fascinado por la estructura de estos edificios destinados al almacenamiento del grano. Su planta base, al modo de nave, acompañada siempre por una estructura elevada con contadas ventanas. Fachadas limpias en ornamento y color. Una delicia para Adolf Loos, y también para mí. Y es que, este silo situado en Marines, al noroeste de París, ha cambiado los cereales por el arte. Es en este lugar donde Jean-Philippe y Françoise Billarant exhiben su colección de arte privada, tan privada que la visita precisa de cita previa. El sencillo edificio, magníficamente reformado por Xavier Prédine-Hug, alberga obras de artistas como Donald Judd o Richard Serra. Del mismo modo, el Depot Basel de Basilea, se sitúa en el mismo contexto arquitectónico, aunque la intención no es la misma. El centro suizo mantiene el espacio más para la reunión y creación que para la exhibición. Entre periodistas, teóricos del arte, diseñadores y economistas, el espacio se presenta como un temporal punto de creación.

Pero no son solo los silos los agraciados con el revivir de la creación artística. Qué mejor ejemplo que el Matadero de Madrid, una magnifica rehabilitación del espacio, del entorno y de la conciencia. O el centro LABoral Arte de Gijón que recuperó exquisitamente el espacio olvidado de los talleres de la Universidad Laboral.

Como muy bien afirma Elisa Carreras, parte del desarrollo urbano de una ciudad depende de la habilitación y rehabilitación de edificios, sirviendo por un lado para recuperar el patrimonio, y por otro para adecuar espacios a las nuevas necesidades de los ciudadanos.

Y aun son pocas las fábricas, mercados, iglesias, estaciones, silos o mataderos que han cedido sus diáfanos espacios a la creación y difusión del arte. Cuánto se podría hacer en todos los edificios abandonados o al borde del abandono. Cuánto por los magníficos espacios olvidados que pueblan todo el territorio español. Cuánta cultura se derrumba con ellos cuando ya a nadie le importa su destino. Invertir en estos espacios es invertir en cultura y rehabilitación urbana. En amor y respeto por la sociedad y los vestigios de su pasado, la arquitectura. ¿Dónde colgaríamos los cuadros si no hubiera paredes? ¿Dónde guardaríamos la ropa si no hubiera armarios?

Aún quedan en mi ciudad suculentas naves y minas expirando lentamente. Nunca es tarde para intentarlo. Al fin y al cabo, la Factory de Andy Warhol, de fábrica sólo tenía el nombre.


David Von Kirchen

Romántico otoño moscovita.

El Romanticismo ruso en la época de Pushkin. El Museo Nacional del Romanticismo recrea la época del escritor ruso desde una perspectiva pictórica.

Que mejor ejemplo para la unión Hispano-rusa que la figura de Larra y Pushkin. Ambos murieron por un disparo; y aunque las características de cada una de las muertes fueron muy distintas, qué mejor que el caso balístico para hacer física la unión entre ambos países, y que con motivo del año de Rusia en España, se inicia en el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid.

Si el museo actúa habitualmente como una elegante, sublime y exquisita máquina del tiempo, esta exposición nos permite además jugar con el espacio, transportándonos asombrosamente a la Rusia zarista de la primera mitad del siglo XIX. Allí seremos testigos de una pequeña pero deliciosa exposición, tal como la describió Asunción Cardona, directora del museo. La elegancia que caracteriza al museo, se expande hacia las dos salas de la exposición –Escenarios y Protagonistas- en un intenso color rojo, donde descansan plácida y orgullosamente obras de grandes románticos rusos, como Orest A. Kiprensky, Alexandr P. Briullov o Piotr F. Sokolov, tristemente desconocidos en España.  Dichas obras, que nos muestran gran variedad de técnicas –óleo, acuarela, estampas, lápiz- y que están resueltas con una precisión admirable, ponen de manifiesto la gran similitud entre los dos países. “El interior de las casas, los rostros de su aristocracia, sus paisajes... el romanticismo ruso se emparenta de extraña manera con el español”, comenta Asunción Cardona.

Las dos lámparas de araña, la moqueta, el mobiliario, y evidentemente las obras expuestas, nos invitan a soñar con una época de ruptura con el ideal clásico y de explosión sentimental.

Evgeny Bogatrev, es el comisario de la exposición y el director del museo moscovita Pushkin, lugar de procedencia de las obras que visitan la capital española para ponerse en diálogo con la colección permanente del museo madrileño. “Soy un verdadero entusiasta de este centro, no dejo de recomendar a todo el mundo en Rusia que deberían visitarlo. Sí, el Prado, el Thyssen... pues a mí me impactó este lugar”, afirmaba Bogatrev.

Lo cierto es que una visita al Museo del Romanticismo de Madrid, se convierte más en una experiencia que en una visita cultural. Y aunque brillante, la exposición funciona solo como un aperitivo, dejándonos con hambre. ¿Qué importancia tiene si la entrada a la exposición es gratuita y estamos en un suculento museo? Merece la pena pagar tres euros por sentirse como un invitado en una selecta fiesta de la aristocracia decimonónica. Así quedareis  bien llenos y satisfechos. Aunque si no sois de saciado fácil, siempre podéis comer un sándwich isabelino o tomar un Té con pastas en el Café del Jardín. ¿Se puede ser romántico en el siglo XXI?


David Von Kirchen

sábado, 1 de octubre de 2011

Está de moda.


Crítica sobre “ARTE VUITTON” Revista NEO2, mes de Septiembre de 2011. Por: Aurélien Le Genissel.

El curioso ascensor creado por el artista danés Olafur Eliasson, que nos eleva desde la superficialidad de la moda a lo sublime del arte contemporáneo, actúa según Aurélien, más como una máquina del tiempo que como un elemento de moderna comodidad. Al elevarnos, a oscuras y sin ningún estimulo exterior, accedemos a lo que Le Genissel ve como una especie de estudio de artistas postmoderno en el que se intenta mantener vivo el espíritu de la boheme parisina de principios del siglo pasado añadiéndole la inevitable dimensión pedagógica y vulgarizadora que debe tener todo centro de este tipo hoy en día. Bienvenidos al Espace Culturel Louis Vuitton.

El París Bohemio murió hace ya mucho tiempo, y Aurélien parece intentar convencernos de que nunca lo hizo. Desesperado, intenta hacernos creer que París vuelve a ser el ombligo de la creación artística contemporánea, pero nada más lejos de la realidad. Comportándose más como una agencia de viajes que como un crítico artístico, nos invita a visitar la capital francesa para admirar los resquicios de un pasado grandioso, que ahora se esconde bajo un fino manto de polvo en los rincones de los ya rancios museos parisinos. Nuestro amable agente de viajes espera con impaciencia el día en que el Espace Culturel se llene de tantos curiosos como el escaparate de la planta baja  – como si no fuera ya bastante complicado abordar obras de estas características-. Aurélien desea un nuevo escaparate del arte, donde los beocios puedan entrar y salir –eso sí, gratuitamente- para criticar con su incultura, iluminar con sus flashes fotográficos y, cómo no, contaminar acústicamente; tal y como lo hacen frente a la ya mítica tienda de la marca en la avenida de los Champs-Elysées.

Sin poner en duda la muy probable variedad y calidad de las obras expuestas en el Espace Culturel Louis Vuitton, se nos está intentando “vender” tal y como dice Le Genissel, una plataforma de expresión y difusión para las nuevas generaciones artísticas de países poco visibles en el mundo del arte. ¿Acaso la culpabilidad postcolonial de la metrópoli hace que sea oro todo lo que no reluce?

Louis Vuitton no es la primera gran empresa de moda que invierte en arte. Si los excedentes financieros de una empresa de la talla de Louis Vuitton se invierten en centros de arte snob ¿Debemos hacer otra cosa que no sea alegrarnos? Al menos, tenemos suerte de que sea el arte contemporáneo lo que esté de moda. ¿Será ese el motivo por el que el arte de la fundación es casi tan pretencioso como los vestidos que se nos presentan en la planta baja del edificio? Frank Gehry ya ha proyectado el faraónico plan para la construcción de una nueva fundación artística de la marca de moda en París, y la apertura del nuevo centro en Tokyo ya se ha llevado a cabo. Todas las grandes marcas quieren tener su centro o museo. La creación contemporánea está de moda. Y es que de eso se trata: de moda.

David Von Kirchen