domingo, 27 de noviembre de 2011

Sin raíces.

Comentario sobre el artículo: ELENA GARCÍA. EL TEJIDO MIGRATORIO. Revista ARTE. 12/11
Elena García Jimenez, nacida en 1980, da a los conceptos de migración, adaptación y acomodamiento su propio lugar en el complicado mundo del arte. La madrileña, acostumbrada ya a cruzar fronteras, construye una serie de montajes a partir de la idea de migración que resultaron, entre otras cosas, galardonados con el Premio Generación 2011.

Su objeto de estudio se articula en tres bloques bien diferenciados, que sin embargo no hacen más que apoyarse y complementarse mutuamente. A través de la fotografía, libros, mapas  y documentos burocráticos, compone un no tan complicado puzle que habla sobre el territorio, el idioma, el paisaje, la gente y todas aquellas barreras, aparentemente insalvables, que se nos presentan ante un nuevo lugar y una nueva vida.

La artista, que reside actualmente en Berlín, trabaja en constante conexión con lo que la rodea. Alemania es el escenario de su obra;  su historia, su gente, su lengua y su geografía sus actores. Adentrándose en uno de los idiomas más complicados de la vieja Europa comprende lo difícil que es cortar raíces continuamente.

El aprendizaje de una lengua es un camino, unas veces ligero y llevadero, pero otras arisco, duro e inflexible. Elena evidencia la dificultad del idioma jugando con la esencia del mismo, su gramática. Utilizando como lienzo viejos libros de gramática alemana, recorta, rompe, tacha, trenza y juega a generar en los propios alemanes la duda que automáticamente se conforma en la mente no germana. Les engaña hasta hacerles dudar de su propio idioma.

Y es que la duda es el tema de una de sus obras más reconocidas. Entrelazando tiras de mapas extraídos de un Atlas alemán, Elena conforma un mapa imaginario y aparentemente caótico que genera “Der Große Duden”, “La Gran Duda”. A partir de la palabra alemana “Da”, que significa al mismo tiempo aquí, ahí y allí, la madrileña pone en tela de juicio la cuadriculada mente germana.

Estos símbolos de la ambigüedad sirven a la artista para adaptarse a un nuevo medio. Normalmente no puedes elegir, no puedes estar en todos los lugares a la vez, pero de alguna manera todos esos sitios están contigo. Ante la imposibilidad de hincar las raíces en tierra firme, Elena decide cortarlas por completo. Construye un espacio en el que todo puede unirse, donde las distancias se salvan en cuestión de segundos, donde se habla español y alemán a partes iguales, y donde pisando suelo berlinés puede divisarse el skyline madrileño. Entrelazando fotografías de lugares en los que ha vivido, genera paisajes inimaginables que fusionan recuerdos muy distantes en lugar y tiempo. Ante la sensación de volatibilidad de no pertenecer a ningún lugar, Elena se siente de todos, porque en estas fotografías se refleja su concepción espacial subjetiva, aquella a la que realmente pertenece, la que ella misma ha creado. Elena es la primera habitante del fragmentado mundo que ella misma genera.

Elena complica lo complicado, porque mezclado con lo sencillo, parece más llevadero. Mientras su mente se mueve imparable entre idiomas falsos, mapas falsos, paisajes falsos y documentos falsos, su cuerpo se encuentra físicamente en un Berlín tan real como la vida misma. La artista, ante la imposibilidad de olvidar su pasado y enfrentarse a su futuro, se intenta auto convencer de algo imposible. No se puede pertenecer a dos lugares al mismo tiempo, salvo que estos lugares se encuentren trenzados como un cesto en esa pequeña y erróneamente ensalzada esfera del arte. Entrelazando lo andado y lo desconocido, se nos presenta una de las figuras más interesantes del panorama joven artístico español. ¿O alemán?



David Von Kirchen